¿Sabes? Mi vida siempre ha sido una montaña rusa. Intensa. Arriba y abajo, pero las bajadas no me tocaban a mi sufrirlas. Ya sabes: Sexo, drogas, rock & roll...partir las noches en dos, dormir de día (y no saber, hasta la misma noche, en qué cama me iba a tocar). Y nunca era yo el q lo pasaba mal. Que si corazons rotos, que si hablan de ti por aquí y por allá. Que si eres interesante y dos semanas después, eres un cabronazo por lo que le has hecho.
Así era. Sin ninguna preocupación más que mi carrera, mis colegas y mis noches. Hasta que entró, sin llamar a la puerta. Sin pedir que por favor la dejaran pasar. Sin ni siquiera asegurarme que me iba a hacer feliz, y a la vez llorar como nunca. Un cuerpo de mujer, pequeño, con más laberintos en la cabeza que yo. Y en mi desesperación por entenderla, por intentar comprender por qué no me demostraba las cosas si confiaba en que las sentía, días y días vacíos, copas que se volvían a llenar para olvidar, luces de neón que no brillaban tanto como antes. Su puta cara en mi cabeza eclipsaba todo lo que había a mi alrededor.
¿Y sabes? Creo que, si no estuviera cuidándola, sería ella la que en algún punto se daría cuenta de su error. Pero cada vez tengo más cicatrices, cada vez me cuesta más cargar con todo esto, con cada uno de los quinientos kilómetros que nos separan durante 6 meses y con todas sus incoherencias. Y no quiero que se acabe pero...hay días que me levanto creyendo que es la única solución para poder volver a estar arriba. Y en ese momento lloro. Otra vez. Como nunca lo había hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario